Wednesday, June 21, 2006

Tristeza, llanto y mal olor

GELSERKIRCHEN. ALEMANIA.
Por:
Enrique Beas.

Qué día. Sin duda el más gris de la primera ronda desde el mundial de Argentina 78. Y lo curioso es que se volvió a calificar. Pero en fin, al parecer la selección logro apagar a la ola verde, y dándoles un mensaje para que dejen de sonar, ya que habrá que regresar temprano a casa. Después del trajín de los viajes, y unos dos días de no tomar una ducha de forma americana (mojando todo el cuerpo y no sólo la cabeza), empezó el día aquí en Alemania. Sin duda Gelserkirchen es una cuidad muy bonita. La estación central de tren esta en el "zentrum", y el estadio esta a unos 40 minutos caminando.

Pero jamás encontré un baño publico para poder asearme. Hasta que de pronto, en una esquina antes de tomar el bus, vi una piscina estatal. Estaba abierta. Menos mal que en mi maleta traigo traje de baño. Nadé un poco para quitar los dolores musculares y platicaba con un anfitrión de lo que es la selección mexicana para nosotros. Esta vez opté responder breve y esperar el resultado.


Al llegar al estadio y poder entrar por segunda ocasión al estadio, se me paralizo el motor de mi cuerpo. Pintado en su mayoría de verde. Cantaban el famoso Cielito Lindo y olvidaban los malos tratos y las últimas decepciones. Al entrar por la parte VIP (gracias al plan "Tierra de Ideas" que me ha brindado este apoyo) , pude ver caminar a mi lado uno de los grandes de la historia, era Eusebio. La sonrisa de la "pantera negra" ya me decía que ni con el equipo B portugués nos iba ir bien.

Pero seguíamos cantando. A 14 filas mi sorpresa fue mayor. Ahí estaba el hombre que ha cargado desde hace 6 años la organización, de tal vitalidad, que se percibe en todas las butacas azules de los recintos cada que le toca supervisar y disfrutar del deporte que ama. Es uno de los pocos que intenta rescatar la materia de esta tradición y no sólo explotar el material. Ahí estaba el Kaiser. Afortunado, pero sobre todo triste estaba por no permitirme entrar con cámara, ni con celular. Pero la vivencia valía la pena. Ese fue el mejor momento del día. Mi estómago ya albergaba un donner kebab, pasé a lado de Eusebio, entré al tercer juego de la "decepción", y a 14 filas sentado del Kaiser. Solo falto el gol de Bravo. De pronto todos los dolores de la columna ya no estaban.

El final ya los sabemos. !Que los expertos hablen del funcionamiento! Yo ya no entiendo en verdad el resultado a lo que esperábamos. De regreso a la embajada de fanáticos, y listo para seguir trabajando, se me rompió mi mochila, mi único amigo en el solitario viaje. Y ahora resulta que el estómago se destapo con la torta, la turca esa, y lo peor es que no hay "pectobismol", o el famoso "sal de uvas"... ni hablar. A esperar días como estos de aprendizaje y a seguir viajando, que a las 2 de la mañana tomaré el tren hacia Berlín, de ahí regresaré a estos rumbos, pero para ver cerrar a los supuestos magos del balón, Brasil en Dortmund.