Wednesday, June 21, 2006

Crónicas de Beas

Köln. Alemania.
Por:
Enrique Beas.

Aquí es donde la desesperación y el cansancio son la principal rutina de las ahora prolongadas semanas. Me lo dijo mi jefe: "vas a regresar harto del fútbol". Todavía no me pasa eso, y no creo que me pase jamás.

¿A quién le podría pasar eso?

Si acá sigo sorprendido de lo que representa el Mundial para el mundo entero, no sólo para México.

Los ingleses se apoderaron del centro cultural de Alemania, esta bella cuidad que se adorna del río Rhin para ser una de las más ricas en historia y en ambiente. Enfrente de su imponente catedral, se lleva acabo la dinamita británica. Los famosas caballeros, olvidan sus modales y rompen botellas de vidrio por diversión, pasean por las calles y hacen sus necesidades, como si todo fuera un sanitario público. Se burlan de todos, pero no se meten con nadie (falta decir que hay más de 4 000 elementos de la seguridad alemana, cada que juega Inglaterra), las chicas ya beben al parejo de los hombres y se jactan que el 6, les va bien.

En estos rumbos, y sin ya ser sorpresa para mí, estaba la famosa ola verde, bueno parte de ella. Lista para morir al final y otra vez confiados en el recuerdo de una Confederaciones, en el único campeonato de Lavolpe en el 92, los goles de Borguetti (antes del Bolton) y a su figura no invitada, Blanco. Aquí es donde saco fuerzas después del programa y esperar por la línea. Intento dormir un poco, pero en un tren es difícil, y al llevar 5 días consecutivos viajando de noche, sólo me queda el delicioso café capuchino alemán y la eterna fiesta internacional. Quiero dormir de nuevo en una cama, pero ahora viajaré a Berlín para hacer el viaje de Köln ha Gelserkirchen más largo, y así intentar descansar. Mañana juro beber taurina e intentar dormir con las portuguesas, para cerrar con broche de oro la primera fase. Venga México. Creo que confío en ti.